Lobo Gris presenta el videoclip de 'Humanidad' y reinterpreta la angustia generacional desde Latinoamérica

Humanidad, el nuevo videoclip del artista peruano Lobo Gris junto a SAK, establece un diálogo indirecto pero evidente con Creep, la canción que Radiohead publicó en 1992. Ambas piezas comparten cierta fragilidad ambiental, una voz que se retiene más de lo que se lanza y una sensación de desconexión difícil de nombrar. Pero en lugar de abordar la incomodidad personal o el rechazo íntimo, Lobo Gris traslada ese extrañamiento a un contexto social desgastado, donde el dolor ya no es una excepción, sino parte del clima general.

La idea original surgió a partir de una instrumental de SAK bautizada 'Pista Creep'. Desde ahí, Lobo Gris escribió la letra de Humanidad sin convertirla en homenaje, sino en bifurcación. El resultado es una canción donde la carga emocional no explota, se acumula. Las guitarras se mantienen contenidas. La voz avanza en calma, sin necesidad de énfasis. La canción se instala en una zona donde el cansancio no paraliza, pero tampoco permite continuar como si nada. Esa quietud, lejos de ser un recurso estético, sostiene el fondo político del tema: un país en retroceso, una sociedad que ha aprendido a normalizar la fractura.

El videoclip se sitúa en ese mismo tono. Un militar herido es arrastrado por otro a lo largo de una playa. No hay señales que indiquen quiénes son ni qué ocurrió. No hay clímax, ni salvación. Tampoco una interpretación evidente. El peso se traslada sin interrupciones y la escena insiste en permanecer, no para conmover, sino para dejar constancia. La cámara observa sin intervenir, como si supiera que cualquier intento de resolución sería falso.

Humanidad no emula a Creep. Tampoco se aleja de ella por completo. Toma esa energía suspendida y la lleva a un terreno donde la angustia no es introspectiva, sino compartida. Lobo Gris y SAK no reproducen una fórmula, la redirigen hacia un lugar que pocas veces se aborda desde el pop latinoamericano: el hartazgo colectivo, sin dramatismo ni moralejas. El mensaje queda abierto, pero firme.